[Dios] nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos […] consolar a los que están en cualquier tribulación… (2 Corintios 1:4).
Quizá sea difícil entender por qué sufrimos, pero Dios puede usar nuestra aflicción de maneras inesperadas. Buscar en Él consuelo y amor en medio de las pruebas, nos capacita para ayudar a otros. Con razón Pablo aprendió a ver el propósito de su sufrimiento: Dios lo consoló, y luego, él pudo consolar a otros (2 Corintios 1:3-5). No se nos pide que neguemos el dolor y el sufrimiento, sino que confiemos en que Dios puede usarlos para beneficio de otros.
Señor, ayúdame a consolar a otros, como lo hiciste conmigo.