«De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, Y la buena fama más que la plata y el oro. El rico y el pobre se encuentran; A ambos los hizo Jehová» (Proverbios 22:1-2)
Todos a lo largo de nuestras vidas, debemos tomar decisiones acerca de nuestros estudios, trabajos, relaciones. Algunas de ellas pueden ser difíciles, otras muy obvias. Sin embargo, siempre existe la posibilidad, en este mundo tan convulsionado, de ser tentados con promesas de poder, riqueza, satisfacción y apariencias.
Cuando tomamos la decisión de vivir como hijos de Dios, adoptamos un camino que impactará las decisiones futuras que se nos presenten, porque a través del Señor, entenderemos que la vida es un don espiritual y no basado en lo material y que la felicidad en ella tiene muy poco que ver con el dinero, las influencias, el nivel económico, el éxito u otras cosas que nos dividen por forzarnos a compararnos con otros.
Al elegir al Señor, el creador de todo y todos, olvidamos medir, comparar o competir. Elegirlo a Él, es por el contrario ver cuán parecido somos y celebrar que ante cualquier circunstancia, podemos encontrarnos en el nombre de Dios, el creador, que todo lo puede y todo lo controla.
Recuerda, caminar junto a Dios es lo que más vale.