En el mundo de hoy, vertiginosamente cambiante, pocas cosas permanecen inalterables. Amigos se marchan, relaciones se acaban, objetivos desaparecen y surgen nuevos. Sin embargo hay algo es eternamente constante: El Amor de Dios. Todos envejecemos, y el mundo que nos rodea puede cambiar, pero el amor de Dios permanece inalterable. Podemos confiar en que Él se ocupa de nosotros siempre.
No lo olvides: En nuestro mundo cambiante, siempre podemos depender de nuestro Dios que no cambia.