Versículo:
Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. 2 Pedro 3:17-18
Comentario:
El nacimiento de un bebé es motivo de celebración pero también de expectación. Antes de dar el alta a la familia, el médico comprueba que todo esté como debe estar. Y luego, una vez en casa, mamá y papá se aseguran de que el bebé coma lo suficiente, duerma bien y cumpla sus etapas de desarrollo. En los siguientes días, meses y años, los padres prestan atención al desarrollo del niño, no solo físico, sino también cognitivo y emocional. Si no hay signos de crecimiento, algo está mal.
Lo mismo sucede con nuestra vida en Cristo. Cuando lo recibimos como Señor, somos bebés espirituales, iniciando una maravillosa vida nueva en Él. Pero a partir de entonces, es importante “[crecer] en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador” (2 P 3.18). De lo contrario, podemos ser engañados por enseñanzas erróneas, dudas y tentaciones.
Crecer en nuestra relación con el Señor Jesús requiere que llenemos nuestra vida de prácticas que promuevan una buena salud espiritual. Entre ellas están la adoración, la oración, el estudio de la Biblia, la comunión con otros creyentes y el servicio con nuestros dones y talentos. Estas disciplinas nos nutren, son como vitaminas y ejercicio para el alma.
¿Cómo ha sido su crecimiento espiritual? ¿Qué cambios le ayudarían a fortalecer su fe?
Oración:
Señor Jesús, gracias por llamarme a una vida nueva y por invitarme a crecer en tu gracia y conocimiento. Hoy me presento ante Ti con un corazón dispuesto a avanzar en mi caminar espiritual. Enséñame a buscarte cada día en oración, en tu Palabra y en comunión con mis hermanos en la fe. Ayúdame a discernir lo correcto, a rechazar las enseñanzas falsas y a vencer las dudas que puedan debilitar mi confianza en Ti. Fortalece mi fe, Señor, para que mi vida sea un reflejo de tu amor y poder transformador. En tu nombre precioso oro, amén.