Versículo:
Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. (Salmos 57:8-9)
Comentario:
David profundiza en su conversación con Dios y se confiesa, buscando eliminar de su corazón todo el mal que aún existía, fruto de su comportamiento contrario a la voluntad del Señor.
La destrucción que el pecado produce en la vida del hombre tiene consecuencias directas y materiales, y rompe la relación entre el siervo y su Señor. El salmista reconoce su pecado y lo compara con un peso que le rompería los huesos de tan graves errores; pero también reconoce que la presencia y la ayuda de Dios podrían restaurarlo.
Deseaba escuchar la alabanza a Dios como un aliento e inspiración, aunque sus oídos ya no fueran sensibles a ellos.
Cuando rompemos nuestra relación con Dios, tendemos a alejarnos de todo lo que le concierne; es como si quisiéramos escondernos para no ser vistos y así escapar del contacto.
Este es uno de los mayores errores en la evaluación del hombre de la actitud de Dios, ya que su mayor deseo es que nos presentemos a Él, independientemente de nuestra condición, para ser consolados y tratados.
David lo entendió y lo buscó, clamando al Señor por su misericordia, dando el primer paso hacia su restauración.
Oración:
Señor, no me alejes nunca, aún cuando falle, de tus misericordias y tu restauración!