Después que Bob Ritchie se graduó de la universidad pasó las siguientes dos décadas atrapado en el amor al dinero y el progreso. Mudó a su familia cinco veces a causa de su carrera para poder ganar más dinero. Cada vez dejaban atrás cálidas iglesias locales y amigos.
Llegó un momento en que Bob y su familia raras veces tenían tiempo para estar juntos. A medida que Dios se volvió extraño para ellos, también el Señor se convirtió en un extraño. Bob se sentía desesperadamente solo y aislado. Puesto que cada vez estaba más descontento con su vida, dijo finalmente: “¡Ya basta!”
Hoy día, Bob testifica que Dios le enseñó el significado de la palabra reducción. Dejó de ir en pos del dinero, pasaba menos tiempo en el trabajo, compraba menos cosas y aprendió a estar contento con lo que tenía. La familia volvió a ser fiel al Señor y activa en la iglesia.
Santiago nos advirtió que no nos obsesionáramos con amasar riqueza (1:9-11; 5:1-6). Seamos ricos o pobres, el deseo del dinero puede apoderarse de nuestra vida sutilmente. Algunos personas han caído en sus garras sin ser conscientes de ello y se están marchitando en sus empresas (1:11).
¿Necesitas imitar el ejemplo de Bob? Tal vez sea hora de decir: “¡Ya basta!”